Hoy, 9 de noviembre de 2015, se cumplen 26 años de la caída del Muro de Berlín. Quedan todavía muchos muros que derribar. Todos son ideológicos, que en algunos casos, le agregan ladrillos, cercas metálicas, alambres de púas, alcabalas, puestos fronterizos, etc.
En Venezuela, tenemos el artificial y absurdo muro ideológico que separa a Venezuela en dos. Tenemos una cita el 6 de diciembre para comenzar a derribarlo y buscar el modo de que no lo vuelvan a construir.
Hoy, los secesionistas catalanes quieren construir un nuevo muro, el del nacionalismo, que ellos llaman “desconexión democrática” de mi España querida de mis padres. “Desconexión …” según la cual le imponen “democráticamente” al 52% de votantes en Cataluña que votaron que no quieren tal proyecto. Las ideologías tienen una extraña forma de concebir la democracia.
Hoy, en “pleno desarrollo” los muros de la guerra civil y del terrorismo que colapsan países enteros, que disgregan y fuerzan migraciones masivas de seres humanos indefensos que huyen de la atroz muerte y el chirrido metálico de las bombas. Muros de cerchas metálicas de las fronteras para frenar a quienes huyen del horror de aquellos muros, y también del horror de la pobreza y la hambruna.
Continúan los muros de la complicidad del silencio, de las masacres de los grupos políticos y/o delictivos, en nombre de cualquier causa “justa”. Los muros de las cuentas bancarias secretas en bancos de “naciones muy nacionalistas” que protegen los dineros mal habidos de la corrupción, del fraude fiscal, de las estafas privadas, del narcotráfico, del secuestro, de la trata de personas, del negocio de las ignominias.
Aún se mantienen los muros tras los cuales se violan los derechos humanos en nombre de la “libre autodeterminación de los pueblos”. Argumento favorito de las satrapías dictatoriales, cuando masacran a sus pueblos descontentos y a las disidencias que no aceptan sus regímenes de oprobios.
Pertenezco, orgullosamente, a la GENERACIÓN DEL MURO DEL BERLÍN. Somos quienes creemos que el mundo sin muros. En una sola especie humana, en una sola economía que sólo crea riqueza para combatir la pobreza. En unas mismas leyes globales bajo la doctrina de una Constitución del Mundo. Quienes creemos en un gobierno mundial y muchos gobiernos locales, tantos como lo permita el costo necesario de la burocracia y el necesario costo del servicio del Estado. Generación de los quienes creemos en un solo ejército (exclusivamente para defendernos de “invasiones extraterrestres”). En una policía del mundo, vigilada por la ciudadanía del mundo para impedir los abusos conocidos. Generación de quienes aspiramos que todos sepamos dos o más idiomas, uno de los cuales, hablemos todos, para entendernos, donde quiera que nos encontremos. En una sola ciencia al servicio de la humanidad y muchas religiones acordando respeto mutuo, respeto a la libertad de culto y renuncia a la violencia y el terror como intento de obligar a creer por la fuerza. Una ciudadanía mundial, sin pasaportes ni alcabalas ni requisitos de entrada.
En fin, en un mundo sin muros. El derrocamiento del Muro de Berlín fue un extraordinario comienzo. Feliz 9 de noviembre, un día de la ciudadanía mundial.
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