Respetaremos la decisión de no paralizar actividades, en espera de un resultado aceptable de las conversaciones FAPUV–Gobierno.
Queremos, sin embargo, compartir con ustedes nuestra preocupación por la grave situación universitaria, que es también la del país. Estamos sumergidos en la peor crisis de toda nuestra historia como Nación. No es una coyuntura. Nuestro país corre peligro, la sociedad venezolana, está muy enferma.
Mostramos los peores indicadores jamás pensados. Somos el único país con recesión de menos 7% de su PIB, cifra más baja que durante la Gran Depresión Mundial de los años 30 del pasado siglo. Somos el país con la más alta inflación, caminando veloz hacia la hiperinflación, caso único en el planeta. Somos el país más violento, superando los 80 asesinatos por cada cien mil habitantes, y al mismo tiempo, el de mayor impunidad, por encima del 95% de delitos, sin sanciones. Somos el país con más corrupción del mundo, el menos transparente, con más casos de violación de derechos humanos del Continente y el único que desacata sentencias de los tribunales internacionales. Nuestra industria petrolera se encuentra en la situación más deplorable, desde que se fundara a principios de la década de 1970. Las industrias básicas arruinadas, como nuestro aparato productivo, al punto que Venezuela depende de la importación de alimentos y bienes para sobrevivir. Los servicios de electricidad, agua potable, aguas servidas, transporte, salud, educación, vivienda, todos, esenciales para aspirar siquiera a soñar con el desarrollo, padecen retrocesos a épocas superadas, en todos los indicadores.
Venezuela es el país más opaco del continente Iberoamericano. Ya ni siquiera publica cifras oficiales ni financieras, ni económicas, ni sanitarias y menos policiales. La información oficial ya no es confiable y es falseada para apuntalar la gigantesca maquinaria de propaganda que onerosamente se ha construido en Venezuela, renglón presupuestario al que jamás se niegan los dineros públicos. Somos el único país que tiene un canal de TV de la Fuerza Armada, y muy pocas universidades tiene apenas medios masivos de difusión.
Las universidades venezolanos cumpliremos pronto una década de presupuestos congelados y más que deficitarios. Y casi una década de rezago extremo de los sueldos de sus recursos humanos. NI siquiera en los países más pobres pagan tan bajo a profesores y empleados. Para acallar las molestias del mundo universitario, hemos sufrido violaciones de nuestros sagrados recintos, sea policial, militar o con grupos de civiles armados, en decenas de casos que han quedado impunes. Se nos ha intervenido judicialmente impidiéndonos renovar nuestras autoridades académicas, suspendiéndonos la democracia universitaria en nombre de la democracia. Y vivimos en un estado permanentemente de zozobra, amenazados de intervención gubernamental. Se nos impide marchar, protestar, asociarnos libremente, ya ni siquiera elegimos a nuestros dirigentes gremiales y sindicales.
La política universitaria del gobierno se ha concentrado en crear nuevas universidades en detrimento de las ya existentes, que las desprecia y difama por los medios públicos. Nuevas universidades sin autonomía, sin libertad académica, sin cumplir estándares reconocidos en el mundo. Universidades paralelas a su medida, “socialistas”, usadas como utilería de actos oficiales de propaganda, y sus estudiantes para las marchas del partido de gobierno, verdadera aberración que desvirtúa la institución universitaria. Sin embargo, esas nuevas universidades sufren también los rigores de esta crisis. Sometidas a censura y autocensura, sus profesores y empleados carecen de seguridad y estabilidad laboral y jurídica, representadas por autoridades nombradas desde el alto gobierno y por falsos sindicatos de maletines. Aisladas, carecen de opciones para una academia de calidad. Jamás, el mundo universitario venezolano ha estado tan desvalido, tan maltratado, justo en la época de mayores ingresos fiscales jamás conocidos en nuestra historia.
El artificial enfrentamiento entre universidades autónomas y nuevas universidades es parte del plan de crear universidades adoctrinadas, ideologizadas, politizadas, que son la negación de la esencia de la universidad como institución social, mientras se debilitan y desaparecen las universidades autónomas. Muchos ejemplos del pasado han demostrado que este tipo de universidades doctrinarias, han fracasado estrepitosamente.
Porque desde que existe en la historia, la universidad es un espacio para la ciencia, la tecnología, el humanismo y los principios éticos esenciales para el desarrollo y la convivencia humana. Y para que esto sea posible, la universidad tiene que ser autónoma, académica y administrativamente, libre de presiones, de chantajes ideológicos y de presiones de los intereses de poder.
No estamos enfrentando, compañeros, a un plan para destruir las universidades libres, sustituyéndolas por instituciones dóciles, sumisas y obedientes con quienes ejercen el turno del poder del Estado.
El mejor auto-retrato que el gobierno actual hace de sí mismo, es la figura de un mazo de cavernícola, que exhibe amenazante, quien ahora preside la casa oficial del diálogo, en Venezuela, la Asamblea Nacional, convertida hoy en monólogo deprimente.
Las universidades no estamos en conflicto sólo por los sueldos. Estamos en pie de lucha por la sobrevivencia misma de la universidad. Y por retomar el activo papel que ésta tiene en la sociedad. Porque somos depositarios de conocimiento, de racionalidad, de humanismo, de sindéresis de propuestas para salir de esta crisis y para enrumbarnos hacia el desarrollo.
Compañeros de la ULA, ni logrando un aumento tres veces mayor al que nos ofrece el gobierno lograremos mantener el poder adquisitivo que históricamente habíamos conquistado. Ningún sueldo está a salvo de la voraz inflación que corroe el patrimonio de las familias venezolanas. Nuestro conflicto es, por tanto, más que laboral. Es también un conflicto existencial, para la universidad como institución, y para Venezuela, como nación.
En este momento, trágicamente crítico, es preciso que las universidades trasciendan el tema contractual para convertirse en promotoras de un gran diálogo, ¡urgente!, de reconciliación nacional, que nos permita a todos los venezolanos superar la dramática situación en la que estamos sumergidos.
Pero es preciso que cesen, de inmediato, toda agresión y violaciones a nuestros derechos laborales y contractuales.
Que cese el irrespeto a la autonomía universitaria y que retorne la democracia a la universidad.
Compañeros, este es un momento en que debemos hacer un alto a nuestras ocupaciones rutinarias, para promover acuerdos imprescindibles contra la crisis. No se trata de elecciones, ni de opiniones políticas, ni de gustos e intereses. Se trata de la sobrevivencia y recuperación de nuestro país.
Compañeros, este es un momento en que debemos hacer un alto a nuestras ocupaciones rutinarias, para promover acuerdos imprescindibles contra la crisis. No se trata de elecciones, ni de opiniones políticas, ni de gustos e intereses. Se trata de la sobrevivencia y recuperación de nuestro país.
Si el gobierno llegara a aumentar un tanto más los sueldos que ha ofrecido, y si en consecuencia, retornarnos a nuestras deprimidas aulas, la crisis seguirá su curso. Habremos perdido de igual modo, incluso, el honor de llamarnos universitarios.
Compañeros de universitarios, este es el momento de ser, más que nunca, universitarios.