jueves, 12 de noviembre de 2015

CARTA URGENTE A LOS UNIVERSITARIOS DE VENEZUELA CAMBIO UNIVERSITARIO. Grupo de opinión de la Universidad Central de Venezuela.

Respetaremos la decisión de no paralizar actividades, en espera de un resultado aceptable de las conversaciones FAPUV–Gobierno.
Queremos, sin embargo, compartir con ustedes nuestra preocupación por la grave situación universitaria, que es también la del país. Estamos sumergidos en la peor crisis de toda nuestra historia como Nación. No es una coyuntura. Nuestro país corre peligro, la sociedad venezolana, está muy enferma.
Mostramos los peores indicadores jamás pensados. Somos el único país con recesión de menos 7% de su PIB, cifra más baja que durante la Gran Depresión Mundial de los años 30 del pasado siglo. Somos el país con la más alta inflación, caminando veloz hacia la hiperinflación, caso único en el planeta. Somos el país más violento, superando los 80 asesinatos por cada cien mil habitantes, y al mismo tiempo, el de mayor impunidad, por encima del 95% de delitos, sin sanciones. Somos el país con más corrupción del mundo, el menos transparente, con más casos de violación de derechos humanos del Continente y el único que desacata sentencias de los tribunales internacionales. Nuestra industria petrolera se encuentra en la situación más deplorable, desde que se fundara a principios de la década de 1970. Las industrias básicas arruinadas, como nuestro aparato productivo, al punto que Venezuela depende de la importación de alimentos y bienes para sobrevivir. Los servicios de electricidad, agua potable, aguas servidas, transporte, salud, educación, vivienda, todos, esenciales para aspirar siquiera a soñar con el desarrollo, padecen retrocesos a épocas superadas, en todos los indicadores.
Venezuela es el país más opaco del continente Iberoamericano. Ya ni siquiera publica cifras oficiales ni financieras, ni económicas, ni sanitarias y menos policiales. La información oficial ya no es confiable y es falseada para apuntalar la gigantesca maquinaria de propaganda que onerosamente se ha construido en Venezuela, renglón presupuestario al que jamás se niegan los dineros públicos. Somos el único país que tiene un canal de TV de la Fuerza Armada, y muy pocas universidades tiene apenas medios masivos de difusión.
Las universidades venezolanos cumpliremos pronto una década de presupuestos congelados y más que deficitarios. Y casi una década de rezago extremo de los sueldos de sus recursos humanos. NI siquiera en los países más pobres pagan tan bajo a profesores y empleados. Para acallar las molestias del mundo universitario, hemos sufrido violaciones de nuestros sagrados recintos, sea policial, militar o con grupos de civiles armados, en decenas de casos que han quedado impunes. Se nos ha intervenido judicialmente impidiéndonos renovar nuestras autoridades académicas, suspendiéndonos la democracia universitaria en nombre de la democracia. Y vivimos en un estado permanentemente de zozobra, amenazados de intervención gubernamental. Se nos impide marchar, protestar, asociarnos libremente, ya ni siquiera elegimos a nuestros dirigentes gremiales y sindicales.

La política universitaria del gobierno se ha concentrado en crear nuevas universidades en detrimento de las ya existentes, que las desprecia y difama por los medios públicos. Nuevas universidades sin autonomía, sin libertad académica, sin cumplir estándares reconocidos en el mundo. Universidades paralelas a su medida, “socialistas”, usadas como utilería de actos oficiales de propaganda, y sus estudiantes para las marchas del partido de gobierno, verdadera aberración que desvirtúa la institución universitaria. Sin embargo, esas nuevas universidades sufren también los rigores de esta crisis. Sometidas a censura y autocensura, sus profesores y empleados carecen de seguridad y estabilidad laboral y jurídica, representadas por autoridades nombradas desde el alto gobierno y por falsos sindicatos de maletines. Aisladas, carecen de opciones para una academia de calidad. Jamás, el mundo universitario venezolano ha estado tan desvalido, tan maltratado, justo en la época de mayores ingresos fiscales jamás conocidos en nuestra historia.
El artificial enfrentamiento entre universidades autónomas y nuevas universidades es parte del plan de crear universidades adoctrinadas, ideologizadas, politizadas, que son la negación de la esencia de la universidad como institución social, mientras se debilitan y desaparecen las universidades autónomas. Muchos ejemplos del pasado han demostrado que este tipo de universidades doctrinarias, han fracasado estrepitosamente.
Porque desde que existe en la historia, la universidad es un espacio para la ciencia, la tecnología, el humanismo y los principios éticos esenciales para el desarrollo y la convivencia humana. Y para que esto sea posible, la universidad tiene que ser autónoma, académica y administrativamente, libre de presiones, de chantajes ideológicos y de presiones de los intereses de poder.
No estamos enfrentando, compañeros, a un plan para destruir las universidades libres, sustituyéndolas por instituciones dóciles, sumisas y obedientes con quienes ejercen el turno del poder del Estado.
El mejor auto-retrato que el gobierno actual hace de sí mismo, es la figura de un mazo de cavernícola, que exhibe amenazante, quien ahora preside la casa oficial del diálogo, en Venezuela, la Asamblea Nacional, convertida hoy en monólogo deprimente.
Las universidades no estamos en conflicto sólo por los sueldos. Estamos en pie de lucha por la sobrevivencia misma de la universidad. Y por retomar el activo papel que ésta tiene en la sociedad. Porque somos depositarios de conocimiento, de racionalidad, de humanismo, de sindéresis de propuestas para salir de esta crisis y para enrumbarnos hacia el desarrollo.
Compañeros de la ULA, ni logrando un aumento tres veces mayor al que nos ofrece el gobierno lograremos mantener el poder adquisitivo que históricamente habíamos conquistado. Ningún sueldo está a salvo de la voraz inflación que corroe el patrimonio de las familias venezolanas. Nuestro conflicto es, por tanto, más que laboral. Es también un conflicto existencial, para la universidad como institución, y para Venezuela, como nación.
En este momento, trágicamente crítico, es preciso que las universidades trasciendan el tema contractual para convertirse en promotoras de un gran diálogo, ¡urgente!, de reconciliación nacional, que nos permita a todos los venezolanos superar la dramática situación en la que estamos sumergidos.
Pero es preciso que cesen, de inmediato, toda agresión y violaciones a nuestros derechos laborales y contractuales. 
Que cese el irrespeto a la autonomía universitaria y que retorne la democracia a la universidad.
Compañeros, este es un momento en que debemos hacer un alto a nuestras ocupaciones rutinarias, para promover acuerdos imprescindibles contra la crisis. No se trata de elecciones, ni de opiniones políticas, ni de gustos e intereses. Se trata de la sobrevivencia y recuperación de nuestro país.

Si el gobierno llegara a aumentar un tanto más los sueldos que ha ofrecido, y si en consecuencia, retornarnos a nuestras deprimidas aulas, la crisis seguirá su curso. Habremos perdido de igual modo, incluso, el honor de llamarnos universitarios.
Compañeros de universitarios,  este es el momento de ser, más que nunca, universitarios.

martes, 10 de noviembre de 2015

VENEZUELA: SEGUID EL EJEMPLO QUE BIRMANIA DIO

Se llama Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz de 1991 y líder de la Liga Nacional para la Democracia.
En 1990 ganaron ampliamente las elecciones, pero un brutal régimen militar desconoció los resultados. Con firmeza y paciencia soportaron quince años de censura, represión y persecución. Pero las presiones obligaron a la dictadura a convocar las elecciones el pasado domingo. Las volvió a ganar la Liga con más del 70%. Suu Kyi será la primera presidenta democrática de Birmania.

VIEJOS Y NUEVOS MUROS: a la generación Muro de Berlín

Hoy, 9 de noviembre de 2015, se cumplen 26 años de la caída del Muro de Berlín. Quedan todavía muchos muros que derribar. Todos son ideológicos, que en algunos casos, le agregan ladrillos, cercas metálicas, alambres de púas, alcabalas, puestos fronterizos, etc.
En Venezuela, tenemos el artificial y absurdo muro ideológico que separa a Venezuela en dos. Tenemos una cita el 6 de diciembre para comenzar a derribarlo y buscar el modo de que no lo vuelvan a construir.
Hoy, los secesionistas catalanes quieren construir un nuevo muro, el del nacionalismo, que ellos llaman “desconexión democrática” de mi España querida de mis padres. “Desconexión …” según la cual le imponen “democráticamente” al 52% de votantes en Cataluña que votaron que no quieren tal proyecto. Las ideologías tienen una extraña forma de concebir la democracia.
Hoy, en “pleno desarrollo” los muros de la guerra civil y del terrorismo que colapsan países enteros, que disgregan y fuerzan migraciones masivas de seres humanos indefensos que huyen de la atroz muerte y el chirrido metálico de las bombas. Muros de cerchas metálicas de las fronteras para frenar a quienes huyen del horror de aquellos muros, y también del horror de la pobreza y la hambruna.
Continúan los muros de la complicidad del silencio, de las masacres de los grupos políticos y/o delictivos, en nombre de cualquier causa “justa”. Los muros de las cuentas bancarias secretas en bancos de “naciones muy nacionalistas” que protegen los dineros mal habidos de la corrupción, del fraude fiscal, de las estafas privadas, del narcotráfico, del secuestro, de la trata de personas, del negocio de las ignominias.
Aún se mantienen los muros tras los cuales se violan los derechos humanos en nombre de la “libre autodeterminación de los pueblos”. Argumento favorito de las satrapías dictatoriales, cuando masacran a sus pueblos descontentos y a las disidencias que no aceptan sus regímenes de oprobios.
Pertenezco, orgullosamente, a la GENERACIÓN DEL MURO DEL BERLÍN. Somos quienes creemos que el mundo sin muros. En una sola especie humana, en una sola economía que sólo crea riqueza para combatir la pobreza. En unas mismas leyes globales bajo la doctrina de una Constitución del Mundo. Quienes creemos en un gobierno mundial y muchos gobiernos locales, tantos como lo permita el costo necesario de la burocracia y el necesario costo del servicio del Estado. Generación de los quienes creemos en un solo ejército (exclusivamente para defendernos de “invasiones extraterrestres”). En una policía del mundo, vigilada por la ciudadanía del mundo para impedir los abusos conocidos. Generación de quienes aspiramos que todos sepamos dos o más idiomas, uno de los cuales, hablemos todos, para entendernos, donde quiera que nos encontremos. En una sola ciencia al servicio de la humanidad y muchas religiones acordando respeto mutuo, respeto a la libertad de culto y renuncia a la violencia y el terror como intento de obligar a creer por la fuerza. Una ciudadanía mundial, sin pasaportes ni alcabalas ni requisitos de entrada.
En fin, en un mundo sin muros. El derrocamiento del Muro de Berlín fue un extraordinario comienzo. Feliz 9 de noviembre, un día de la ciudadanía mundial.

jueves, 16 de abril de 2015

Seminario “Redes sociales: infoxicación, verdad y mentira”
Organizado por Centro Cultural BOD Corp-Banca, con el apoyo del ININCO
15 de abril de 2015.

RUMORES, CALIDAD DE LA INFORMACIÓN Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Prof. Bernardino Herrera León


Resumen:
Luego de advertir sobre la singularidad de la coyuntura venezolana, que se manifiesta en ausencia de estado de derecho, la hegemonía comunicacional, opacidad informativa y sustitución de la información por la propaganda, la ponencia comparte tres sistemas de conceptos de la teoría institucional de la comunicación, como la tríada “información, saber y conocimiento”, “calidad de la información” y “comunidades de conocimiento”, se pasa a proponer concentrar los debates y los esfuerzos de políticas públicas en, al menos, tres dimensiones, tales como: función social de la comunicación, separación empresa-colegios profesionales y Estado informador.

Prof. Bernardino Herrera León
Historiador y comunicólogo. Investigador-docente, del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO), FHE de la UCV. 
herrerabernardino@gmail.com, @herreraleonber


Buenos días. Agradezco al Centro Cultural BOD el haberme honrado a compartir sobre este importante tema, y al ININCO por su confianza para representarlo en este evento.
Concentraré mi intervención en tres partes. La primera, imprescindible, sobre la singularidad de la coyuntura venezolana. Luego, quiero proponerles algunos conceptos que, a modo de marco teórico, pueden ayudarnos a comprender más cabalmente el tema de la información en las redes sociales. Finalmente, expondré tres propuestas que, considero, deberían ocupar el empeño y los recursos públicos en la promoción de un sistema comunicacional moderno.

Parte 1: la singularidad de la coyuntura venezolana
Comienzo el primer punto argumentando que la singularidad de la realidad venezolana la coloca fuera del contexto de los países de América Latina. Me habría gustado que nos concentráramos en los problemas universales que atentan contra la extraordinaria oportunidad que ofrecen las redes sociales a las sociedades abiertas, como nuevo medio de comunicación. Temas como ciber-terrorismo, pornografía infantil, trata de personas, estafas y fraudes, calidad de la información, opinión pública, gobierno digital, y muchos otros. Son preocupación mundial y es una lástima que los venezolanos no podamos ponernos al día en estos importantes.

El tema que nos ocupa aquí, que resumo como “calidad de la información”, ni siquiera podemos analizarlo como en cualquier sociedad democrática. Una sociedad donde funcione el Estado de Derecho. Porque no es así. En consecuencia, me permito hacer distinciones necesarias, para luego, en las siguientes partes que mencioné, proponerles algunos conceptos útiles y algunas propuestas para afrontar esta temática.

No sin antes pedir disculpas por la franqueza, me permito expresar las distinciones que alejan considerablemente  a nuestro país de un estándar de sociedad democrática, y donde las redes sociales, último espacio del ejercicio pleno de la libertad de expresión está a punto de ser intervenido.

En Venezuela está suspendido el Estado republicano. La condición mínima para que exista un estado republicano es que funcione la separación e independencia de poderes. En Venezuela esa condición dejó de existir hace tiempo. Su lugar lo ocupa un régimen totalitario, que lo defino como la no separación y autonomía de poderes, es decir, la concentración de gobierno, poder legislativo, poder judicial y poder moral, todos monopolizado por un caudillo o grupo político. Luego, sus consecuencias, el deterioro del Estado de derecho y la progresiva discriminación, exclusión e intimidación contra los ciudadanos que disientan de tal monopolio. La sociedad venezolana, pues, ha dejado de ser abierta para convertirse progresivamente en una sociedad despótica.

En Venezuela se ha impuesto lo que el mismo régimen ha llamado “hegemonía comunicacional”. Mientras, muchos medios privados e independientes han cerrado, o han sido vendidos de forma forzosa, a cambio del cambio brusco de línea editorial. O simplemente, han decido “neutralizarse”, o auto-censurarse, que es igual. En consecuencia, se ha deteriorado y empobrecido nuestro sistema de comunicacional, en todos los órdenes, sobre todo en las opciones de diversidad y pluralidad de enfoques que demandan los ciudadanos, como ocurre en las sociedades abiertas.

En Venezuela se ha impuesto la opacidad informativa, en abierta negación al artículo 143 de la Constitución. Y ya se acumulan muchas violaciones a la Constitución, aunque basten sólo algunas para considerar que la Carta Magna ha sido derogada. Una amplia modalidad de agresiones a la libertad de comunicación, desde la reciente decisión arbitraria de negarse publicar estadísticas oficiales, hasta ocultar, distorsionar, falsificar e ignorar informaciones y situaciones. Desde la época de las dictaduras del siglo XX, los venezolanos jamás habíamos estado tan desinformados, en plena era de la “Sociedad de la Información”.

Esta opacidad informativa estimula la fuerza del rumor. El rumor es función de la opacidad. Es su principal alimento. Cuando hay información, y sobre todo información de calidad, los rumores se debilitan o simplemente se desvanecen. Pero, aprovechando la opacidad informativa que propicia, el régimen venezolano se ha dedicado, más bien, a propagar rumores. Sobre todo rumores que producen sosiego, angustia, nerviosismo, inquietud y hasta pánico en la población venezolana. Rumores, no se pueden calificar de otro modo, tales como “una inminente invasión militar extranjera”, “ejercicios urbanos públicos frente a posibles bombardeos a la población civil”, la manida “guerra económica”, las innumerables “conspiraciones”, “golpes de estado”, “magnicidios”. Y esto es permanente, es una constante, un recurso cotidiano del régimen que gusta usar para aturdir a la ciudadanía, como también para justificar sus actos de represión y censura. El caso de los niños secuestrados será, por ejemplo, su argumento para censurar aún más a la Internet.

En Venezuela, el régimen ha sustituido la información por la propaganda. Todo está impregnado de propaganda. Y la propaganda es la falsificación, la tergiversación, la distorsión  de la realidad. La propaganda no informa, sino que promueve el culto a la personalidad. Miente cuando alude hechos, en ocasiones, abiertamente falsos, finge una realidad que no existe, y en su mayor parte, lleva a cabo una sofisticada y sostenida campaña sucia contra las personas y organizaciones disidentes al régimen.

La propaganda es la verdadera “infoxicación”, que empobrece la cultura, promueve el fanatismo y la confrontación, y que para colmo es costosa. El régimen despilfarra una cantidad desconocida, una descomunal cantidad,  en inundarlo todo de propaganda. Porque sin propaganda, no hay revolución.

Además, sobre el ejercicio de la libertad de expresión penden amenazas represivas de todo tipo, desde agresiones directas por parte de grupos armados, detenciones y juicios arbitrarios, campañas, multas, y otras. De modo que, en Venezuela, ser valiente sale muy caro y ser cobarde vale la pena.

Todo este cuadro describe una coyuntura muy particular. Que debe tomarse en cuenta a la hora de analizar y hacer juicios sobre los contenidos en nuestras redes sociales. Debe comprenderse que, bajo tan inmensas presiones, nuestra ciudadanía muestre desquiciamiento e intolerancia, por una parte, y una tendencia al aislamiento para tratar de ignorar la realidad. Algo cada vez más difícil.

Parte 2: Conceptos y modelos teóricos
Tomando en cuenta esta singularidad, paso al segundo punto, porque quiero compartir un concepto de comunicación que propongo como parte de la “teoría institucional de la comunicación”, que he publicado hace un par de años, y que está disponible en el repositorio SABER UCV.

La comunicación se hace efectiva a través de tres conceptos, autónomos pero inseparables: Información, saber y conocimiento. Por información se entiende la nube caótica de datos que fluyen en el torrente comunicacional. Por saber, la capacidad que poseen los individuos y las organizaciones para procesar la información. Y por conocimiento, la aplicación del saber para resolver o modificar la realidad.

Cuando definimos la información como un evento caótico es porque ésta existe independiente de nuestra voluntad. Nuestros sentidos no hacen sino recibir, directa o indirectamente,  constante información. Y la información sólo adquiere sentido si poseemos un sistema de saber capaz de comprenderlas. Así que no importa cuántos datos fluyan en un sistema, sino la capacidad de nuestro saber para procesarlos. Y sólo con un saber suficientemente informado tendrá posibilidad de convertirse en conocimiento. Cuando tomamos decisiones, cotidianas o transcendentales, estamos ejerciendo el conocimiento.

Ya podemos tener una idea de los agentes que producen la información y la depositan en el torrente comunicacional. Mientras que el saber depende de varias instituciones específicas: la familia, el sistema educativo, nuestra experiencia directa con el entorno y el sistema de comunicación, por contar las más esenciales. El conocimiento, por su parte, retroalimenta tanto a la información como al saber. A mayor calidad de la información, más eficiente será nuestro sistema de saber y mejor desempeño resolutorio del conocimiento.

Las tres partes indivisibles del concepto de comunicación que les propongo requieren funcionar entre sí, pero también funcionar cada quien por su lado. Si el mundo de la información está alterado o empobrecido, el mundo del saber se “infoxicará”, esa medida. Y a más bajo desempeño del saber se afectará al mundo del conocimiento. Por el contrario, a más información de calidad, mejor desempeño del saber y más eficiente el conocimiento.

Es crucial, pues, la calidad de la información. Y para evaluar la calidad de la información propongo tres parámetros: objetividad, prestigio y comunidades de saber. La objetividad es función de la mayor diversidad de fuentes posibles. Y a menor cantidad de fuentes menos objetiva será la información. Cuando se usa una sola fuente, la objetividad es nula.

El prestigio viene dado por la trayectoria profesional u organizacional del agente de información. En este punto, los colegios profesionales, la ética profesional, el comportamiento de los medios son los puntales del prestigio como referencia de calidad de la información.

También las comunidades de saber, o como lo propone Luis Carlos Díaz, “redes de confianza”, donde las comunidades científicas, académicas, profesionales, universitarias, organizacionales adquieren protagonismo y responsabilidad estelar. En el caso de la información sobre salud, por ejemplo, es imprescindible contar con el respaldo de las organizaciones profesionales de la medicina.

Pero también, las comunidades de saber pueden cumplir la función de comunidades de conocimiento, cuando introducen en el sistema comunicacional proposiciones, proyectos y toda forma de cambio cultural. El cambio cultura precede a toda forma de cambio social.

Concebido de este modo, el sistema de comunicación tenderá a institucionalizarse y consolidarse en redes de conocimiento, y de integrarse en el “sistema solar comunicacional”, donde se complementan entre sí la relación sociedad-medios de comunicación social.

Parte 3: Propuestas post-régimen

Apoyado en estos conceptos, considero que la agenda de debates de los gobiernos, de parlamento, los intelectuales, los políticos, los gerentes, los artistas, los propietarios, los periodistas y demás profesionales de los contenidos, podría concentrarse entre tres dimensiones sustanciales:

Una, la idea-fuerza de la “Función social de la comunicación”. Es decir, el sistema de comunicación es un hecho esencial para el buen funcionamiento de la sociedad. Y debe asumirse como asumimos, por ejemplo, el tema ambiental. Esto implica una responsabilidad social de todas las partes. El Estado, por ejemplo, debe ser el más implicado y subordinado en esta condición.

Para que la función social de la comunicación ofrezca un ambiente de equilibrio, reconocimiento y armonía social, trasparencia y confianza, gobernabilidad y desarrollo sustentable, el sistema debe apoyarse en instituciones tanto de regulación como de autoregulación. Tanta autoregulación como sea posible y tanta regulación como sea estrictamente necesaria. La autoregulación se expresa en códigos de ética, en sistemas morales, en sistemas racionales, de cultura de valores y sentido común. Es más barata y más eficiente porque no requiere de policías, ni de vigilantes ni de costosos, lentos y engorrosos sistemas judiciales.

De la regulación ya sabemos, pero agregamos un detalle importante: optar por aquella que reduzca la mayor arbitrariedad posible, es decir, que dependa menos o nada de los funcionarios obligados a cumplirla y hacerla cumplir. Todo un reto. Pero regulación y autoregulación es lo contrario a hegemonía y control comunicacional.

Una segunda dimensión, “separación empresa de medios/colegios profesionales”. Consiste en fomentar las empresas privadas de medios. Mientras más empresas privadas de medios, mayor serán las garantías a la libertad de expresión. Y no conozco un criterio mejor para delimitar el número de empresas de medios que el mercado de las audiencias, salvo las limitaciones técnicas, que cada vez se reducen.

Al mismo tiempo, establecer una rigurosa regulación: los contenidos y línea editorial la producen los profesionales. Los empresarios deben concentrarse en el mejor desempeño de las empresas de medios. Los profesionales, en producir información de calidad, y así en fomentar la mejor relación posible con las audiencias. Los empresarios no deben intervenir en la línea editorial. No deben decidir qué debe y que no difundirse. Esto será una decisión del equipo profesional que ha contratado para ello.

Los profesionales, por su parte, se deben a estrictos códigos de ética y a regulaciones que establezcan, más claramente, la línea entre la información y la transgresión, entre el contenido objetivo y el fraude (ecología de la información).

Y tercera dimensión, insistir en la obligación sagrada  del Estado a informar, con penas severas cuando se incumpla. Y para que el Estado cumpla con informar, debe prohibirse estrictamente el uso de la propaganda, en todos los poderes y escalas de gobierno.

De este modo, por ejemplo, ningún alcalde puede estampar su rostro en las ambulancias públicas, así haya donado el vehículo de su peculio. Prohibir estrictamente la propaganda oficial incentiva la convicción de que la mejor promoción es una buena obra de gobierno, debidamente informada por el sistema de medios.

Conforme con este postulado, los medios públicos, que deberían ser muy pocos, deben estar coordinados por un Consejo Nacional de Comunicación, constituido por todas las partes involucradas: Estado, sociedad civil profesional o gremial y las audiencias. El rol esencial de los medios públicos: compensar los contenidos que, por diversas razones de mercado u otras, no suelen frecuentar la agenda de los medios. Rol informativo, fortalecimiento del saber, difusión del conocimiento.

Concluyo. Todos estos ejes requieren bases de investigación, requieren evaluación de políticas y de regulaciones, como el caso de la Ley Resorte, que a todas luces ha fracasado, y sobre todo requieren reconocernos y coordinarnos entre todas las partes que estamos vinculados con la comunicación.


Muchas gracias.